viernes, octubre 22, 2010

Cooperativa Sub, seis fotógrafos una identidad.

Interesante trabajo de este grupo de fotógrafos que desidieron trabajar de otra manera. Aquí su página pasen y vean


Por Camila Ostrower

Trabajadores de la imagen
Fue en 2001, año de efervescencia social, que individualmente comenzaron a retratar lo que estaba pasando en el país: la crisis, el surgimiento de las asambleas, las fábricas recuperadas quedaron grabadas en sus fotos y videos. Pero no sólo fue registrar, fue también vivir esos años, ver que había otras formas de relacionarse con la gente y de trabajar, lo que les dio el primer puntapié para la formación de la cooperativa.
Después de 4 años decidieron que todo lo registrado valía la pena compartirlo y armaron “Argentina Foto”, siguiendo la lógica agencial de mostrar varias historias. Más tarde, cuando dos de sus compañeros volvieron de Bolivia con mucho material sobre los procesos de cambio que estaba viviendo el país vecino, se dieron cuenta que necesitaban más tiempo para contar lo que querían: dejar todo y dedicarse uno o dos meses a una sola historia.
Así nació SUB, como una productora de ideas, un espacio autogestionado por trabajadores de la imagen.

SUB está formado por seis personas, y si bien durante estos años tuvieron cambios, nunca superaron ese número. Gisela Volá, que está desde el inicio, los presenta: Olmo Calvo Rodríguez que actualmente vive en Madrid y trabaja a la distancia; Sebastián Hacher fotógrafo, periodista y escritor; Gerónimo Molina y Nicolás Pousthomis fotógrafos de formación autodidacta; y Gabriela Mitidieri, la única que no es fotógrafa, próxima licenciada en historia que funciona como coordinadora del grupo.
            “Entre todos tenemos una identidad SUB y es por eso que hablamos de “grupo”, hay intereses, caminos y búsquedas propias de cada uno de nosotros con respecto a la fotografía o a los temas que nos interesan, pero en general cuando hacemos cosas colectivas agarramos la identidad SUB” cuenta Gisela.

Cuando decidieron conformarse como cooperativa organizaron horarios y formas de trabajo e hicieron todo a pulmón: una habitación en la casa de uno se convirtió en la oficina, pagaban Internet entre todos, compartían las computadoras y las cámaras, hicieron ellos mismos su página web. Es un espacio que se fue (o lo fueron) autogestionando bajo el lema que emergió de los movimientos antiglobalización: “hazlo tu mismo”.
SUB, dice Gisela, es como un hijo, un proyecto al que le tienen mucho cariño por lo que implicó llevarlo adelante. Dedicarle tiempo y esfuerzo a algo con lo que se ganaba muy poco fue la lógica que utilizaron durante años y que, paradójicamente, sólo puede explicarse desde lo pasional: con hacer lo que sentían que tenían que hacer.
Cuentan que la cooperativa la pensaron a largo plazo y saben que para que el proyecto se sustente solo no basta con sacar las fotos que quieren, sino que tienen que crecer más allá de lo fotográfico, en alianza con otros grupos, en debates políticos, fortaleciéndose día a día.
Actualmente, si bien generan un ingreso que les permite seguir con esta forma autogestionada en la que reparten de forma igualitaria lo que ganan, reconocen que hay meses mejores que otros, pero que eso tiene directa relación con los proyectos que se proponen.
Una construcción constante de este “territorio para sus libertades”,  de trabajo y creación, donde se relacionan con la gente que ellos quieren, con los temas que les interesan y los abarcan desde una perspectiva en la que sobresale la relación con las personas.
Gerónimo se dirige al público y dice: “lo que intentamos mostrarles es que hay muchas posibilidades que escapan a trabajar en un medio o estar en relación de dependencia al servicio de un editor, haciendo las fotos que necesitan un determinado grupo o medio”.

SUB esta viendo ahora los frutos del trabajo de muchos años, y en este hacer colectivo las cosas que intervinieron fueron muchas: la producción, la edición y la circulación. El trabajo de Gabriela como coordinadora simplifica el trabajo a la hora de centralizar el material, hacerlo circular, encargarse de las publicaciones y las muestras.
            Dónde se muestran las fotos es un tema de debate al interior del grupo, discuten cada caso, pero defienden la idea que mientras no se desvirtué el proyecto es válido mostrarlo en galerías y espacios de arte, sobretodo teniendo en cuenta que muchos de los trabajos, por la temática y el enfoque, no podrían ser publicados en la prensa masiva. Aunque, agrega Gerónimo, no hay que pensar solamente en los espacios de arte y prensa y tener los ojos para todos lados.

Así deciden también los temas a abordar, Gerónimo cuenta: “algunas veces el tema lo trae alguno de nosotros a la cooperativa, planteando también la perspectiva que le interesa para tratarlo, y se ve si se quiere abrir para que otros también participen sacando fotos o si lo desarrolla esa persona individualmente”. En su caso, al ser el último en integrarse a la cooperativa remarca que está aprendiendo muchísimo de las experiencias en conjunto, de sumar físicamente y conceptualmente a sus compañeros en las fotos.
Para la parte de la edición intentan reunirse todos y ver los trabajos. En los proyectos que realizan colectivamente (es decir que hay fotos de todos), lo importante es tener en claro cual es la historia que se quiere contar y si las fotos aportan a ese objetivo, sirven. “A veces resulta algo más homogéneo y a veces un “pastiche” de imágenes, pero eso es el resultado del trabajo en conjunto de seis fotógrafos, de seis miradas distintas fotografiando sobre un mismo tema y de la relación que cada uno tiene con las personas que fotografían”, cuentan. 


            Los espacios de intercambio en los que participaron, como Laberinto de Miradas o el Encuentro de Colectivos Fotográficos Euroamericanos fueron momentos bisagra en su manera de trabajar. Encontrarse con personas que creen que un colectivo es una forma de compartir y trabajar, participar de exposiciones conjuntas e intercambiar experiencias tanto fotográficas como humanas, fue un aprendizaje y también un disparador de nuevos trabajos. Así surgió a principios de este año, como fruto de la convocatoria del encuentro que se hizo en Madrid, el último trabajo proyectado: Oxigeno 0.
            Entre las tantas posibilidades de trabajar con la temática del medio ambiente eligieron fotografiar el Riachuelo, que a pesar de ser uno de los ríos más contaminados del mundo, está inmerso en la costumbre y el abandono. Las fotos dejan registro de la contaminación generada por las fábricas y empresas pero desde la perspectiva de los principales perjudicados: personas que viven allí, a la vera de esa línea que divide la Capital del Conurbano, en condiciones habitacionales, de salubridad y alimentación muy complejas.
            Para hacerlo, al igual que con los trabajos anteriores, tuvieron una etapa de producción previa: contactar gente, realizar reuniones, entrevistas y decidir como encararlo. Vivieron un mes intenso dedicado a fotografiar las historias de quienes padecen las enfermedades y, también, de los militantes ambientalistas. Un trabajo que los llevó desde la boca del Riachuelo hasta el Puente la Noria, pasando por la Isla Maciel, con cámara, grabador y lápiz en mano.

Los cambios son, desde que se constituyeron como cooperativa en 2004, muchos. Pero el mayor aprendizaje es sobre la manera de trabajar y de pensar los temas. “Ahora tenemos más herramientas para contar las historias que queremos y esto, no tiene que ver con algo puramente fotográfico, sino con las enseñanzas que te da la vida”, dice Gisela y agrega: “al momento de encarar el proyecto es importante elegir responsablemente donde posicionarse. Escapar del cliché, del lugar común y de la foto que ante un tema ya se tiene instalada en el imaginario. Retratar a las personas pero entablando una relación con ellas, no llegar, sacar una foto e irse, porque esa puede sacarla cualquiera. Meterse en un tema y dejarse llevar para mostrar algo más de adentro, jugarse un año de nuestras vidas a estar y convivir con eso”.
Y agrega que para tener esa experiencia es necesario posicionarse: “es inevitable que uno como fotógrafo tome partido de lo que fotografía, poner una opinión y una línea de diálogo, no se puede estar de ambos lados. Las personas que miran las fotos no son ingenuas, cada fotografía que se muestra tiene un peso y cuando se cuenta una historia es necesario ubicarla en contexto lo mejor posible, porque una foto puede cambiar el rumbo de lo que se quiere decir”.

Texto extraído de la página de ARGRA Escuela
Foto: Cooperativa Sub

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